
Mi personaje de papel: Paola Molina
Personaje: Protagonista sin nombre de Mi año de descanso y relajación.
Este personaje no tiene nombre, eso es lo que más me gusta. Su creadora es Ottessa Moshfegh, en ese momento no la conocía. Encontré este libro en una librería como novedad cuando estaba comenzando la pandemia, es de Editorial Alfaguara.

Microlecturas (o cómo andar en micro me enseñó a leer)
Los libros más importantes de mi vida los leí arriba de una micro. De varias, para ser preciso, aunque para mí, en ese entonces, a mediados de los 2000, todas las micros de Santiago eran una sola, la micro, un infernal y amarillo paquidermo de acero, monstruo manejado por otro monstruo, al cual debía subirme a diario, primero para regresar del colegio, después para ir y volver de la universidad.

La perra - Andrea Blanco
Los lunes son los días en los que más trabajo hay y no necesariamente por lo que toca limpiar, sino por la rogadera en todos los apartamentos para que los gringos se vayan.

Un nuevo año, un nuevo desafío de lecturas
Desde que tengo Goodreads paso gran parte de mis 31 de diciembre leyendo. A veces me falta un libro, a veces diez. Nunca quiero perder contra un objetivo que yo misma me impuse. Y nunca he perdido. Porque soy demasiado obsesiva, porque me encanta ganar, porque se puede hacer trampa y he aprendido a hacerlo. Hay mucho que se puede decir sobre Goodreads y su reading challenge, pero yo quiero empezar diciendo que me encanta, que me ha hecho mejor lectora y que a pesar de todos sus vicios, no lo quiero dejar de hacer.

El placer de comprar un nuevo libro
Tengo cuarenta libros pendientes en mi librero y una lista de diecisiete títulos que quiero comprar. Ambos números aumentan cada semana. En un principio me tranquilizaba saber que una vez que terminara la historia que estaba en mis manos, había otro par esperando su turno. El tema es que no sé cómo ese par se transformaron en cuarenta. ¿Cómo es que llegué a esa situación?

Por qué cada vez leemos menos
Conozco mucha gente que ya no lee libros. “No puedo leer”, me han dicho personas o amigos que hice leyendo, unidos entonces, hace quince o veinte años, por el fervor a Kerouac, a Cortázar o en realidad a la idea, más allá del autor, de descifrar el mundo y la experiencia a través de las palabras. Ahora, tanto tiempo y tecnología después, las páginas se les volvieron un camino rocoso, una bicicleta que olvidaron cómo pedalear.