El placer de comprar un nuevo libro
Tengo cuarenta libros pendientes en mi librero y una lista de diecisiete títulos que quiero comprar. Ambos números aumentan cada semana. En un principio me tranquilizaba saber que una vez que terminara la historia que estaba en mis manos, había otro par esperando su turno. El tema es que no sé cómo ese par se transformaron en cuarenta. ¿Cómo es que llegué a esa situación?
Podría culpar a la universidad que por dos años “robó” mis tiempos de lectura; ya no podía leer sólo los libros que estaban dentro de la lista de “pendientes”, sino que se transformó en tiempos de lectura académica. Soy de esas personas que no puede —y no le gusta—leer más de una historia a la vez, siento que debo entregarme por completo al libro que tengo frente a mí. Así que al no tener ese tiempo comencé a comprarme libros con el fin de que cuando terminara mis estudios podría leer sin parar todas esas historias que llamaban mi atención.
Otro punto crucial en este problema es que hace cinco años que trabajo en una librería ubicada en Puente Alto. Desde pequeña quise vivir de los libros así que ese lugar se ha transformado en casi un refugio para mí. El “problema” es que constantemente me estoy encontrando con historias y autoras que me interesan mucho leer. Cada semana llega un libro que llama mi atención y me veo en la obligación de anotarlo en la lista de libros que quiero comprar. Y si bien sé que tengo muchos libros pendientes en mi librero, estos nuevos me miran desde los estantes y me piden a gritos que me pierda entre sus páginas.
Me puse como meta para este año bajar la cifra de libros pendientes. Llevo veinticuatro libros leídos en lo que va del 2024 y el número no ha bajado, al contrario subió. Entonces ¿quién es el culpable?, ¿el poco tiempo?, ¿la librería?, ¿yo?
La verdad es que me causa placer comprar un libro.
El hecho de saber que en un tiempo más (puede que sean años) conoceré la historia que está entre sus páginas y descubriré una nueva autora me emociona, motiva y me impulsa a querer devorarme la librería completa. Además - algo no menor - cada vez se publican más libros, salen a la luz más autoras y la lista de libros que deseo leer crece y crece.
Pero no soy la única que pasa por esta situación. Es curioso y gracioso ver en la librería a clientas riéndose porque están comprando un nuevo libro siendo que tienen muchos sin leer en sus casas.
Una de mis amigas, que es una gran lectora, nunca me ha querido decir cuántos libros tiene pendiente, asimilo que tienen que ser más de cien. Le pregunté un día si es que no le daba ansiedad tener tantos libros sin leer (a mí a veces me pasa), su respuesta fue que no, que al contrario; le gustaba terminar una historia y tener muchas opciones a su mano para leer. Lo que de verdad la estresaba era no saber qué historia escoger. Otras amigas también les pasa lo mismo que a mí. Una tiene veinte libros pendientes, otra seis y así las listas de cada una va aumentando o disminuye a medida que leemos. En cierto punto cada una se rindió en que esa lista baje de número, porque de lo que estamos segura, es que el placer de comprar un nuevo libro es diferente al placer de leerlo.
En la búsqueda de una respuesta sobre esta situación llegué a la palabra japonesa “Tsundoku”, la cual se refiere a la persona que compra muchos libros y los acumula sin leerlos.
Pero la rechazo de inmediato porque sé que en algún momento leeré esos libros que he comprado. Tampoco espero devorarme cientos libros al año, siempre busco la forma de leerme dos al mes y así dedico mi tiempo a cada libro de mejor manera. Me gustaría tener la capacidad de otras personas de leer más de cuatro libros en el mes, pero a mí me complica mucho.
Sigo buscando algo que me explique por qué mi gran lista de libros pendientes aumenta cada año y cada vez me doy cuenta que es algo casi normal dentro del mundo de los lectores. Virginia Woolf en su biblioteca personal tenía alrededor de cuatro mil títulos, algunos heredados de su padre y otros adquiridos por ella. Lo mismo ocurre con Ernest Hemingway quien, según rumores, tenía la costumbre de comprar hasta 200 libros al año.
Otra palabra a la que llegué en esta búsqueda es “Bibliomanía”, la cual en el siglo XIX tenía relación con una enfermedad, que podía llevar a la locura a las personas que la sufrieran. Principalmente este trastorno lleva a la víctimas a tener un profundo deseo de poseer libros únicos y primeras ediciones. El escritor Thomas Frognall Dibdin escribió una novela titulada: “"Bibliomanía" o "La locura del libro: un romance bibliográfico", donde explicaba esta temible enfermedad que él también padecía.
No sé si me podría autodiagnosticar con una de estas dos palabras. La verdad es que amo comprarme libros y aunque sueño con tener un librero grande, me compro estas historias porque quiero leerlas mientras viva.
Me había puesto como meta para este año bajar esa cifra de libros pendientes. Llevo veinticuatro libros leídos este 2024 y el número sigue aumentando, y es porque leo y me compro otro más. Ni siquiera mencionaré cuántos libros tengo guardados en la librería. Pero lo que tengo claro es que no alcanzaré a leer todos los libros del mundo, pero sé que cada vez que termine una historia, habrá otra lista para acompañarme y eso me llena de placer.
Karina Ortega Álvarez es periodista, guionista y librera.
Ha dedicado gran parte de su vida al mundo de los libros: escribiendo, investigando y creando el medio digital @revista_manumisa; un sitio destinado a potenciar
y visibilizar las obras de autoras nacionales e internacionales. Dándoles así espacio a sus voces.