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Guía de lectura: Leer novelas gráficas, técnicas para leer imágenes
Tengo tiempo libre por las tardes, cuando el sol se esconde tras montañas y edificios. Son los momentos que tengo para leer. Con esa luz que entra por la ventana para despedirse, investigo para una futura novela las expresiones marxistas latinoamericanas; investigar es parte de escribir. Llego así a Rupay: Historias gráficas de la violencia en Perú 1980-1984, que retrata las matanzas a campesinos perpetradas por los enfrentamientos entre Sendero Luminoso y el Ejército Peruano.
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Audiolibros: Escuchar también es leer
Vivo en el campo hace unos años, a una hora de la capital. La gente suele preguntarme si no me da lata viajar a Santiago. Suelo contestar que sí, pero no es del todo cierto. Por supuesto que me agota el mareo de los tacos, la irritación de las bocinas, estar siempre atrasada, corriendo; precisamente lo que me hizo huir de la ciudad.
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Cuando este cuerpo se encuentre frente a todas: sobre Geografías Desobedientes
“No se es una cuerpa política sólo por ser “gorda”, si no por cómo nos enfrentamos al mundo con nuestra gordura. La postura que se tiene sobre el enunciarse a sí misma como gorda no desde el insulto, sino desde la resignificación de una palabra que molesta, que genera incomodidad”. – La Cerda Punk
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Mis amigas de papel: cuando las escritoras se vuelven comadres
Hace unos días, leyendo Nostalgia del Desastre de Constanza Michelson, me estrellé con un capítulo que se titulaba Amigas Imaginarias: hijas (de malos.) Se me apretó el cuerpo y leí vorazmente las reflexiones e historias de mujeres que tienen o tuvieron padres con conductas —usando un eufemismo—“problemáticas”, tal como es mi caso.
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Casa de Hojas: Mi libro de terror favorito
Los amantes del género de terror, tanto en literatura como en cine, saben que la mayoría de las veces lo que nos asusta no es el peligro que está afuera sino que el que está adentro.
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¿Vale todo a la hora de fomentar la lectura?
“Pagué cien dólares para que leyera un libro”. Así empieza el tierno y desesperado relato de una madre –la escritora canadiense Mireille Silcoff– sobre el día en que sobornó a su hija de doce años.