Mis amigas de papel: cuando las escritoras se vuelven comadres
Hace unos días, leyendo Nostalgia del Desastre de Constanza Michelson, me estrellé con un capítulo que se titulaba Amigas Imaginarias: hijas (de malos.) Se me apretó el cuerpo y leí vorazmente las reflexiones e historias de mujeres que tienen o tuvieron padres con conductas —usando un eufemismo—“problemáticas”, tal como es mi caso.
Con el texto de Michelson me sentí al fin parte de un club, uno raro y difícil, pero sobre todo inesperado. Fue un abrazo calentito leer cómo otras mujeres articulaban tan bien sensaciones profundamente familiares, vergüenzas y contradicciones que yo sentía tan únicas. Darme cuenta de que efectivamente no estaba sola.
Pero más allá del impacto personal que me generó el texto, me quedó rumiando durante días el título “Amigas Imaginarias”. Comencé a hacer un catastro mental de mis amigas de papel de la última década. No han sido pocas, pero son relativamente nuevas; en mi adolescencia me topé con pocas autoras mujeres (valla que raro) con las que sentí química. Al final de mis 20, empecé, por revancha tal vez, a leer casi exclusivamente a mujeres. Un universo de sentires femeninos se desplegó como una sábana limpia. Al fin conocí historias que me conmovían de una forma nueva, personajes llenos de contradicciones, que se querían poco o demasiado, insatisfechas, confundidas, que articulaban a través de su prosa ideas tan mías, como si estas autoras fueran amigas, comadres, terminando mis frases sentadas en la cocina frente a un café.
Cuando conocí a Chris Kraus, el flechazo fue instantáneo. Las sincronías eran evidentes; en I love dick la protagonista quería hacer películas, como yo, y para ella tampoco era fácil. Al igual que yo, también tenía miedo y vivía dando manotazos poco certeros a través de una práctica y una sensibilidad que no cumplía con los estándares del mercado. Sumergida en ese estado de frustración y aburrimiento, se enamora obsesivamente de Dick, a quien le escribe una serie de cartas abriéndole las puertas a un mundo interior errático y vulnerable. Con Chris Kraus pude pensar una forma de ser mujer que nunca había leído; patética, transparente, pero la vez llena de fuego y sentido de humor, de honestidad profunda, esa que incomoda. Nos hicimos amigas al primer libro y me devore el resto de su bibliografía.
No matter how dispassionate or large a vision of the world
a woman formulates, whenever it includes her own experience
and emotion, the telescope's turned back on her.
Because emotion's just so terrifying the world refuses
to believe that it can be pursued as discipline, as form.
― Chris Kraus, I Love Dick
Gracias a Chris conocí a Kathy Acker, su eterna rival y amante de su marido. Kathy, aries como yo, en su momento de cabeza rapada, como yo, fue otra mini explosión. En el libro I´m Very Into You publica la cadena de correos con McKenzie Wark, cuando, tras un par de semanas de romance en Australia, entran en una frenética correspondencia llena de reflexiones, referencias y sentimientos complicados. Leerlo es como leer los pantallazos de las conversaciones de una amiga entrampada con un “casi algo”. Es leerse a una misma también, leer el hambre que uno siente al conocer a alguien que te remece, de querer saberlo y decirlo todo.
I have about a hundred cats living in me and all of them are curious
― Kathy Acker, I'm Very Into You: Correspondence, 1995-1996
Una de mis amigas más recientes es Shelia Heti. Alguien que me conoce muy bien me regaló Motherhood; una vez en mis manos era lo único que quería leer y la única amiga con quería discutir EL TEMA, así en mayúscula. Lleno también de dudas, contradicciones, cambios de opinión, respuestas del I-ching y, por qué no decirlo, neurosis, Sheila navega preguntas que yo también me hice. ¿Qué gana una mujer y qué pierde al ser madre? ¿Puede una obra de arte remplazar a un hijo si ambos comparten la función de trascendencia? ¿Se puede estar alguna vez realmente segura de estas respuestas? Contemporánea de época, y probablemente de cantidad de óvulos restantes, Heti no pudo escribir mejor la corriente de dudas y respuestas, a veces absurdas, que me asaltan cuando la fertilidad se apoderaba en mi ciclo.
There is something threatening about a woman who is not occupied with children. There is something at-loose-ends feeling about such a woman.
What is she going to do instead? What sort of trouble will she make?
― Sheila Heti, Motherhood
También hay amigas sabias, esas amigas más grandes, que van varios pasos adelante que uno en las etapas vitales, y que uno mira con detención, anacrónicas, como Lola Hoffman, a quien paradójicamente uno lee a través de sus amigas, Malú Sierra y Delia Vergara y su nieta Leonor Calderón. El Universo Lola Hoffman es uno al cual recurro cada cierto tiempo cuando vienen las preguntas difíciles. Es una sincronía poco probable que una mujer que nació 1904 exploré un camino que percibo similar; los sueños, la no monogamia, el feminismo y la ecología inundan su cosmovisión. Debe haber sido un terremoto en los años 50 en Santiago de Chile. Algo definitivamente me remece cuando releo a la Lola Hoffman; más de una vez, de hecho, he soñado con ella.
¿Son estas amigas personajes? ¿Autoras? ¿Un reflejo especular hecho de papel construido desde la necesidad de compañía? Pienso acerca de estas diferencias, dónde se fijan estos límites. Amistades que parecen epistolares sin serlo, amistades en territorios lejanos, que a pesar de las distancias las entiendes tan bien y te entienden. Resuenan tal y como actúa el sonido, de forma envolvente, tridimensional; lazos que comparten una misma sintonía.
Paz Ramírez (Santiago, 1987) es directora audiovisual y lectora empedernida. Estudió artes visuales en Valparaíso y cine en Buenos aires. Su cortometraje Helechos se estrenó en el Festival de Cine de Tribeca 2023. Actualmente trabaja en su próximo cortometraje y dirige proyectos publicitarios.