Un encuentro con Selva Almada
10 de la mañana, miércoles 2 de abril, Librería Alma Negra, Providencia.
Somos alrededor de veinte periodistas que nos dedicamos a escribir, entre otros libros, sobre cultura, reunidos con la escritora argentina Selva Almada. Es un privilegio, y lo sabemos. Quizás de los pocos privilegios con los que cuenta, todavía, el Periodismo.
La autora –invitada para el lanzamiento de la vigésimo cuarta edición de Santiago en 100 Palabras– está a nuestra disposición. Para contestar nuestras dudas. Las curiosidades, en confianza. Aquí no importa la pauta de preguntas, si nos lucimos o no con estas, porque se trata de una conversación.
Un encuentro íntimo. Salvo por el hecho que ella no conoce a ninguno de nosotros, tampoco nuestro trabajo. Nosotros sí. Hemos leído su prolífica obra. Sabemos que se mueve con soltura de la no ficción a la novela, de la novela al ensayo, del ensayo a la crónica de viajes. Sabemos que su libro El viento que arrasa se convirtió en una ópera y que No es un río fue recomendado por Dua Lipa. Y por eso, porque sentimos que las conocemos, queremos preguntarle de todo.
–¿Cuáles son tus obsesiones? –es la primera consulta que le hacen.
–No soy obsesiva, pero tengo ejes que se van repitiendo, zonas a las que siempre vuelvo –reconoce Selva– Paisajes con impronta de personajes, la muerte y las relaciones humanas, particularmente las familiares, dañinas y reveladoras.
Siguen más preguntas sobre el paisaje, siempre tan presente en su obra.
“Es que todos nuestros juegos, vivencias de la infancia fuera de la escuela estaban bastante conectados con la naturaleza”, comenta.
Queremos saber más, algo más íntimo. Su último proyecto.
Entonces Selva se entusiasma. Cuenta que acaba de publicar en Argentina un libro junto a otros cuatro autores (Rusi Millán Pastori, Guillermo Naveira, Sebastián Pandolfelli y Natalia Rodríguez Simón): Laiseca, el Maestro, un retrato de Alberto Laiseca.
Laiseca, autor de Los sorias, era conocido en el mundo de las letras en Argentina por sus talleres literarios. Allí, aplicaba una metodología amorosa, decía que ninguno de sus estudiantes habían sido tan malos escritores como él en un principio, y que había que seguir escribiendo. Allí Selva aprendió, también, a ver la literatura con otros ojos. “Él fue mi maestro”, nos cuenta.
Tras su muerte en diciembre de 2016, revela, sintió que se moría una manera de ser escritor. Lo explica:
–Laiseca era un escritor y era una época. Era de esos escritores que no hacen una distinción entre su vida y su obra.
Le pregunto qué tipo de escritora es ella. Se ríe y contesta:
–Soy una escritora muy vaga, que escribe poco. Una de las cosas que
aprendí con él es que no quería ser ese tipo de escritor, no quería
entregar mi vida a la escritura. Por ahí no soy tan valiente…
Quienes estamos en el encuentro sonreímos. Sentimos –o al menos yo lo sentí– que acaba de revelarnos algo importante. Que existen muchas formas de ser escritor. Y que hasta una escritora renombrada puede sentirse cobarde a veces.
Al día siguiente, Selva Almada dará una charla magistral sobre los detalles y la observación de las ciudades que llenará el Teatro Oriente. Dirá que las urbes son espacios donde uno puede perderse y olvidarse. Que es imposible conocer entera cualquier ciudad, porque estas están vivas.
Pero eso será al día siguiente. Por ahora sigo disfrutando de esta intimidad compartida.
Amanda Marton Ramaciotti (São Paulo, 1993). Periodista
y profesora universitaria. Jefa de redacción de la revista Anfibia Chile. Autora del libro “No quería parecerme a ti - vivir con una madre con esquizofrenia”.