Leer un libro de la biblioteca pública o quitarle espacio al privilegio
Saco libros de la biblioteca cada cierto tiempo. Soy usuaria de la Biblioteca de Santiago desde hace doce años. He sacado libros leídos por varias personas antes que yo y, algunos, en que he sido la primera que se los lleva. El último que saqué fue Bajar es lo peor de Mariana Enríquez.
No supe que había extrañado la biblioteca hasta después de la pandemia cuando nuevamente pude volver a pasear por sus distintas salas para escoger un libro. Antes escogía más de uno, tres o cuatro. Pero era muy probable que quedaran algunos de ellos apilados, intactos, sin haber leído ni la primera página. Aún así, guardo de ese momento el deseo, muy fantasioso quizás, de querer leer todo eso que me llevaba, o el hambre. Ahora, más honesta con lo que puedo leer, escojo uno y generalmente renuevo el plazo. Tengo lecturas cruzadas con otros libros, hojeo algunos, avanzo más con otros, si no me gusta, lo dejo.
Antes, sacaba libros porque era una manera de ahorrar de mi presupuesto mensual. Ahora, también, pero, además, porque es una forma de reafirmar que leer es un derecho colectivo. Que no nos limite lo caro que pueda ser un libro, al contrario, que podamos decir ‘allá lo encuentro’.
En Chile, el libro es un bien caro. Editoriales de Chile ha fijado su precio promedio en los $13.800 pesos. Una lectura permanente con libros propios es un privilegio. Y, creo, entonces, que leer un libro prestado de una biblioteca es quitarle espacio a ese privilegio. Por eso, asistir a una biblioteca pública, sacar un libro y ocupar ese espacio es un acto profundamente político.
Recientemente fue publicado el informe del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas Gestión 2024. Según sus datos, las mujeres entre 30 y 59 son las socias más activas de las bibliotecas públicas del país. Es decir, representan el 46,1% del total de inscritos en las bibliotecas.
Los datos revelan un crecimiento sostenido en los préstamos de libros en las bibliotecas públicas durante los últimos cuatro años: de 100.655 préstamos en 2020, se pasó a 340.912 en 2024. A esta cifra se suman los servicios de préstamo en centros penitenciarios, en centros de justicia juvenil y en las bibliotecas de los centros Teletón. También forman parte de esta red los Bibliometros de la Región Metropolitana y de Valparaíso, que acercan la lectura a quienes transitan por la ciudad.
La literatura encabeza la lista de los libros más solicitados, con 845.524 préstamos, le siguen las Artes, con 194.875 préstamos, y la Tecnología, con 119.647, mostrando también su lugar en el mapa de los intereses lectores.
A la vez, el informe mostró que los libros impresos más prestados del 2024 fueron: Heartstopper (saga) de Alice Oseman; El Principito Antoine de Saint-Exupéry; Diario de Greg (colección) de Jeff Kinney; Cien años de soledad de Gabriel García Márquez; Rima adivina de Rafael Rubio; Papelucho (colección) de Marcela Paz; Violeta de Isabel Allende; Mientras Yubooh duerme (saga) de Paulina Palacios; Harry Potter y la piedra filosofal de J. K. Rowling; y, Maze Runner (saga) de James Dashner.
En resumen, en el país, hay un total de 688 servicios bibliotecarios pertenecientes a la red del SNBP, de los cuales 542 corresponden a bibliotecas públicas, bibliotecas públicas filiales, puntos de préstamo y bibliomóviles.
Cuando voy a la Biblioteca de Santiago me gusta que los libros estén en la estantería, disponibles para ser leídos. Que todas las personas puedan ir a leer, que encuentren un espacio para detenerse y entrar en esos relatos. También, que se potencie la creatividad de las historias de esos libros, como el especial dedicado a Cien Años de Soledad, de García Márquez, a propósito de la serie: un homenaje que incluyó la construcción de un árbol de cartón con el personaje de José Arcadio Buendía amarrado a él. Es traer la ficción al mundo real por un momento.
Que una persona vaya a sacar un libro hace que las bibliotecas públicas existan. Por eso, voy; por eso, me gusta que sigan yendo. El acceso a la palabra tiene el poder de representar y comprender mundos posibles y, en eso, radica su belleza. Y una biblioteca pública permite eso y tanto más.
Natalia Figueroa (Santiago, 1992) es periodista, participó en los libros “Siete perfiles de un Chile feminista” y “Chile Crónico: Las mejores historias periodísticas de un año para no olvidar” (Berrinche Ediciones). Fue finalista del I Premio Nuevas Plumas 2024. Escribe reseñas de libros en Revista La Lengua.