Sobre Papaíto Piernas Largas, el libro que marcó mi infancia
Nunca había podido ver su portada completa. Mi libro, forrado con scotch grueso, tiene un buen pedazo rasgado. Fue impreso en Buenos Aires el 26 de diciembre de 1969 por Santiago Rueda Editor, tres años antes de que naciera mi mamá, quien me lo regaló cuando empecé a
leer libros más largos, entre los nueve y diez años.
Me gusta encontrar en él los vestigios de esa época porque muestran cómo leía de niña: marcaba los libros con mi nombre y les hacía un dibujo de mí. Escribía la página en la que iba con lápiz mina al principio del libro y a veces marcaba dónde había quedado, encerrando alguna palabra en un círculo.
Papaíto Piernas Largas es el libro que más veces he leído y es la única referencia literaria que llevo tatuada.
Esta novela epistolar de la escritora estadounidense Jean Webster, fue publicada entre abril y septiembre de 1912 en la revista Ladie´s Home Journal y luego como libro en octubre del mismo año con la editorial The Century Company. El título original en inglés es Daddy Long Legs y cuenta la historia Judy, una huérfana que es enviada a la universidad por un benefactor anónimo para que se convierta en escritora. Él usa como seudónimo el nombre genérico John Smith y lo único que le pide a cambio es que le escriba cartas contándole sobre sus estudios, pero ella no debe esperar respuesta de su parte.
Judy solo ve la sombra del benefactor misterioso y lo describe como un hombre alargado, parecido a una araña: “papaíto piernas largas”. Así que juega con ese apodo para ir nombrándolo a lo largo de sus cartas donde le narra sus aventuras y tragedias en la universidad.
“Sus flores han reanimado a una muy dolorida, triste y solitaria estudiante. Probablemente viva usted rodeado de afectuosos familiares y amigos y nunca haya sabido lo que es sentirse solo. Pero yo sí lo sé”.
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Todas las ediciones que tengo pertenecieron a alguien antes de mí. El último que obtuve lo encontré hurgando en una tienda de antigüedades, es de la Editorial Colicheuque y fue impreso en Chile en 1990. Tiene un nombre un poco borrado en la primera página: Daniela Díaz Mourgues. Antes de eso, mi polola me regaló uno que era de ella, no recordaba que lo tenía y lo pilló un día en su enorme librero. El de ella también es un libro usado que lleva el nombre de alguien más, curiosamente: Daniela Díaz Acevedo. También fue publicado en Chile por la Editorial Universitaria en 1988.
Y el primero que me regaló mi mamá, lo compró ella a mil pesos en una de las librerías “de viejo” cerca de Manuel Montt. Quería encontrar uno para mí, ella lo había leído a los 12 en el colegio y fue el libro que le produjo ese gran encanto con la lectura. Esperaba que me sucediera lo mismo y justamente eso pasó. Lo leí y a pesar de que ya era bastante lectora, el libro produjo tal impresión en mí, que cambié las tardes de ver monitos por tardes en la biblioteca municipal reclamando por la cantidad máxima de libros que una se podía llevar.
Aunque no estaba en muy buen estado, mi mamá lo compró igual porque era una edición ilustrada y le pareció muy linda. Forró la portada y me lo entregó con la advertencia que me daba siempre: no rayes los libros.
En la primera página hay una dedicatoria:
“Para mi mejor alumna de Inglés del 1º año B.
Felicitaciones y sigue superándote.
Tu profesora
Rosa Palominos Arriola
Stgo 10 julio 1976”
En una de esas tardes aburridas durante lo más intenso de la pandemia, me puse a buscar a la señora Rosa Palominos Arriola. Descubrí que fue presidenta de su comunal del Colegio de Profesores el 2010 y trabajó como docente hasta jubilarse. Traté de contactarla, pero no lo logré. Quería contarle que a pesar de que su mejor alumna de inglés del 1º año B de 1976 se deshizo del libro en algún momento, este había llegado hasta mí y se había convertido en una reliquia, y no solo eso, en mi libro favorito.
En la segunda página hay un poema, también escrito a mano:
“Los peces piden agua
los presos libertad
al tonto tonto y desconocido
les deseo amor y felicidad”.
No está firmado, no lo escribí yo, ni mi mamá, ni la señora Rosa Palominos Arriola (asumo, porque no es la misma letra de la dedicatoria). A lo mejor fue la mejor alumna
de inglés o alguna otra dueña posterior.
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Cuando decidí empezar a tatuarme supe inmediatamente que quería tener uno de alguna de las ilustraciones de mi Papaíto Piernas Largas. Revisé con atención el libro y elegí dos que me gustaban mucho, pero escogí uno donde Judy sale con un libro y dice “pero promete estudiar mucho”. El dibujo pertenece a uno más grande titulado “Noticias del mes” y ella promete estudiar mucho porque había reprobado dos asignaturas.
Me siento cercana a esa promesa porque viene de un fracaso, un fracaso que la hace llorar abundantes lágrimas y no hay nada más real que fracasar y llorar. También porque creo que inevitablemente siempre estoy estudiando y anhelo esa promesa de estudiar mucho. Me permite habitar una certeza/esperanza de que siempre hay algo más que se puede aprender y conocer más profundamente.
Antes de tatuarme y por la irreversibilidad del asunto, pensé que sería bueno no hacerlo desde la añoranza y romanticismo que me evocaba ese libro de infancia, sino que desde la responsabilidad de una relectura actual. Así que después de años sin hacerlo, lo volví a leer el 2021 para confirmar que quería llevarlo para siempre conmigo.
No solo confirmé que es un libro precioso y que probablemente fue el inicio de mi obsesión con las cartas, sino que descubrí cosas que no era capaz de entender cuando niña y que en el presente lo volvían un libro aún más relevante: Judy es una feminista absoluta, le enrabia la posición desventajada que ocupan las mujeres y entiende cómo el matrimonio las somete a los maridos. Además de eso, entra en un proceso de reflexión e investigación para decidir si se definirá o no como socialista, y en caso de serlo, de qué tipo.
Las ilustraciones de mi primer Papaíto no son las originales de la autora, pero son las que han habitado en mi imaginario todos estos años. Aparecen únicamente en esa edición de Santiago Rueda y fueron hechos por el dibujante argentino Mario José Lembo.
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“Pero promete estudiar mucho” fue mi tercer tatuaje.
Por las dimensiones de este me daba un poco de miedo que fuera
el primero, así que me tatué dos otras cosas más pequeñas antes
para saber a lo que me enfrentaba.
Aunque a mi mamá nunca le ha gustado mucho que me tatúe, no pudo enojarse cuando le mostré la ilustración de Judy con un libro en mi brazo. Al final, no es solo un homenaje al libro que definió mi infancia, sino que también a mi madre y al vínculo que ella empujó a que tuviera con la lectura. No solo me enseñó a leer, también me mostró cómo disfrutar y amar los libros.
Papaíto Piernas Largas fue el primer libro que nos unió en ese amor.
June García Ardiles (Santiago, 1996). Es periodista y escritora. Autora de Tan linda y tan solita, y la saga infantil El mundo de Lulú. Realiza clubes de lectura y talleres de escritura.