Han Kang, todo lo que significa una página en blanco

Rompió fronteras al desmenuzar la resistencia silenciosa pero absoluta de una dueña de casa en La vegetariana. Ahondó en la fractura social y el dolor colectivo en Actos humanos. Desnudó la belleza y el lenguaje en La clase de griego. Cada uno de los libros de Han Kang es valioso.

Ahora, la industria de los libros está repleta de publicidades sobre su novela recién traducida al español, Imposible decir adiós, que llega a Latinoamérica en diciembre. Pero, quizás, la obra de la que todos deberíamos estar hablando sea la que más desapercibida ha pasado en Chile: Blanco.


Blanco es una narración sobre la resiliencia. También es el libro más personal de Han Kang. Todo parte cuando, en un viaje por Europa, la autora recuerda a su hermana mayor, que murió recién nacida en los brazos de su madre. La nieve que cubre el continente, la nieve blanca como el color que simboliza el duelo en su cultura, la obliga a reescribir su propia historia en nuevas páginas (cómo no, blancas). 

Preseleccionado en el Premio Man Booker International en 2018 y definido por The New York Times como un libro “formalmente osado, emocionalmente devastador y profundamente político”, Blanco comienza así: “en primavera, cuando decidí escribir sobre cosas blancas, lo primero que hice fue una lista. Con cada cosa que escribía, una oleada de agitación me recorría el cuerpo. Sentía que sí, que necesitaba escribir este libro y que el proceso de escribirlo sería transformador, que se transformaría en algo así como ungüento blanco aplicado a una hinchazón, como una gasa blanca sobre una herida. Algo que necesitaba”.

Como una gasa blanca sobre una herida. 

Algo que necesitaba. 

Algo que no solo ella necesita, sino la humanidad en sí misma. Porque cada uno ha sufrido la pérdida de un ser querido. Porque todos vivimos con esa extraña presencia ausente de quien murió. Porque todos comprendimos, alguna vez, que el tiempo puede paralizarse y pasar rápido al mismo tiempo. Porque el dolor se apacigua al ser compartido con otros. Por eso necesitamos Blanco.

Cada capítulo narra poéticamente una serie de objetos y escenas blancas. Blancas como el despertar y –creo yo– como morir. La leche materna, los pañales, la sal, los magnolios, la piel blanca de la bebé “como un rollito de arroz en formato de luna”. 

Blanco es una búsqueda llena de belleza. Belleza, como dijo Han Kang en La clase de griego, que significa “bella”, “difícil” y “noble” según los griegos. Esta es una búsqueda bella, porque nos enfrenta con extractos como este: 

“Granizo. La vida no es particularmente gentil con nadie.
El granizo cae mientras ella camina sabiendo de eso.
Granizo que moja la frente, las cejas, los pómulos. Todo pasa.
Al caminar, ella recuerda que, al final, todo lo que agarras usando todas sus fuerzas va a desaparecer. Mientras tanto, el granizo cae. No es lluvia ni nieve. No es hielo ni agua. Aunque ella cierre o abra los ojos, aunque se quede parada o camine deprisa, el granizo humedece sus cejas y su frente”.  

También es una búsqueda difícil, porque el libro está inundado del dolor que la autora y su familia siempre sintieron por la ausencia de esa hermana que nunca llegó a conocer. Y porque Han Kang es consciente de que si su hermana hubiera vivido, tal vez ella misma nunca hubiera nacido: “Esta vida sólo necesitaba que una de nosotras la viviera. Mi vida significa que la tuya es imposible”.

Pero es, ante todo, una búsqueda noble. Porque es necesaria mucha nobleza para desnudarse ante los lectores, comprender la fragilidad que se desvanece y explorar el sufrimiento. 

Con Blanco Han Kang nos reconecta con lo que nos hace verdaderamente humanos. Blanco es un refugio. Y la mayor prueba de que siempre podemos agarrar una página en blanco y ponernos a (re)escribir nuestra historia. 

 

 

Amanda Marton Ramaciotti (São Paulo, 1993). Periodista
y profesora universitaria. Jefa de redacción de la revista Anfibia Chile. Autora del libro “No quería parecerme a ti - vivir con una madre con esquizofrenia”. 

 
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