La delicada intimidad de leer en voz alta para otro
Durante el verano me junté con un par de amigos a leernos nuestros respectivos proyectos literarios. Yo, que me formé en talleres, hace años no asistía a estas instancias donde se comparte el texto, y su idea se pone a prueba.
Una tarde, frente a un vaso de cerveza, me vi haciendo frente a ellos algo que durante años llevo haciendo solo frente a mí misma: leer en voz alta un texto propio.
Leer algo propio es como arrancarte un velo frente a alguien. Persiste en mí una vergüenza, que ninguna terapia me va a sacar. Que, hasta cierto punto, percibo que me hace humana.
Recuerdo al personaje de Juan García Madero en Los detectives salvajes de Roberto Bolaño: un poeta en formación, un adolescente que abandona la carrera de Derecho para escribir e integrar el “realismo visceral”, y que en su devenir representa la forma de vida de las y los escritores.
García Madero escribe en todos lados, deambula por la ciudad y lee sus poemas en voz alta a sus parejas y a sus compañeros de taller. Nos recuerda que la literatura tiene un sonido, un eco que aparece en la lectura silenciosa, y más aún, que la literatura se completa en el encuentro con las y los otros.
Las frases “nunca le he mostrado a nadie lo que escribo” o “no me gusta lo que escribo” se repiten, ya que compartir lo escrito es un momento de vulnerabilidad frente a una audiencia que juzga; por eso mismo es un acto de valentía. También es parte del ejercicio creativo de escribir. Leerte, entender cómo suena lo que quieres decir, es parte de la escritura. Sirve para probar el texto, conocer si gusta, si se entiende algo de lo que quisiste transmitir.
Y escuchar cómo lo reciben las y los otros es beneficioso para una misma y para el texto.
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Hace poco conversaba con otra escritora sobre esto. Ella confesó leerle todo lo que escribe a su pareja. También llevé el tema a mis amigues, y varios/as me contaron lo mismo, que compartían sus lecturas en la cama, en momentos de intimidad con sus parejas.
Ahora pienso que eso hacen Emilia y Julio, los protagonistas de Bonsái de Alejandro Zambra, leerse mutuamente, en los libros que leen y, en extensión, en sus actos y vivencias asociadas a esas lecturas.
Con vergüenza confesé que yo no hacía eso. Me ha parecido egoísta de mi parte, siendo una persona tan involucrada con la literatura, no abrir esa dimensión en la intimidad. Hacer de la lectura una demostración de cariño.
Pienso entonces en ese gesto atávico, el que te lean, el que también
fue parte de mi infancia, como método de introducción a la literatura.
Cómo antes de aprender a leer, aprendemos a escuchar.
Con esta idea se me viene a la memoria Briony Tallis, protagonista de la novela Expiación de Ian McEwan. Briony es una escritora en formación, quien en su infancia privilegiada acusó falsamente al hijo de la empleada de abusar sexualmente de su prima.
Luego, se alistará como enfermera en los años previos a la Segunda Guerra Mundial, donde Londres será bombardeada. En un universo de mujeres de distintas procedencias, todas con la necesidad de trabajar, Briony realiza tareas de cuidado, entre ellas, leer a otros y otras enfermas. Algo que puede hacer porque ella también es lectora y escritora. Parte de su camino a la redención es el hacer por otro lo que no puede hacer, pero quisiera. Asistir en la lectura, para que otres asistan a ella.
Recientemente me sumé a un club de lectura, donde la premisa es que leemos para subrayar frases hermosas, densas, llenas de significados para nosotras y nosotros. Como si subrayar fuera el equivalente a cuánto te gustó un libro. Luego, compartimos aquellos párrafos destacados.
Se me ha hecho más sencillo abrir esta parte de mí misma. Me hace pensar que la acción natural que sigue a la lectura, concretamente, a terminar un libro, es la pulsión de buscar a otres para comentarlo. Saber si les gustó como mí, o si les cargó. Qué partes rescatan, cuáles habrían omitido. Explorar en conjunto lo que pensamos que debe ser la buena literatura.
Romina Reyes (Santiago, 1988). Escritora y periodista. Entre sus publicaciones están los libros Reinos (Overol), Ríos y provincias (Montacerdos) y el fanzine Parecíamos Eternas. Actualmente es tesista de la Maestría en Literatura Española y Latinoamericana de la UBA.