Cosmología cuántica ft. El amor en la era del wifi

Una lectura sobre La vida ya superó a la escritura, de Tilsa Otta. Editado por Cuneta en Chile, 2024.

 

Hace cinco años, en medio de un periodo angustiante en mi vida, caminaba sola por Lima buscando respuestas y entré a una librería, segura de que un libro de poesía me las entregaría. Porque la fe no la ponemos en dios o en la izquierda o en el tarot solamente, también tenemos fe en el poema. Entonces ahí estaba yo, con la ropa pegada al cuerpo de tanto sudar por la humedad limeña, abriendo un libro que me diría que lo que pasa es que hay capas de tiempo cuyo devenir jamás me imaginaré y que lo que va a pasar es que estaré un 10 de junio de 2024 escribiendo sobre un libro de una autora con un nombre tan peculiar (en ese momento pensé que la editorial se llamaba Tilsa Otta).

Hablar de La vida ya superó a la escritura requiere que entremos en el lenguaje de la cosmología cuántica y del reggaetón. Los poemas de Tilsa Otta miran al cielo, más allá de lo que el ojo humano puede llegar a ver; planetas, universos, lunas y astros. Hacia la materia prima que compone nuestro planeta, la Tierra, y también nuestros cuerpos: esos cúmulos de polvo de estrellas que leen.

 

Como cada cierto tiempo regresa la poesía como un loco calato buscando su ropa

Sabe que por una palabra rota entra más luz

Así que les hace grietas por donde los astros se derraman.


 

Un canal conductor dentro de un gigantesco arco eléctrico de electricidad estática produce un rayo. Hay rayos dentro de las nubes, entre dos nubes, entre una nube y el aire, entre una nube y el suelo. Quisiera pensar que la edad de un rayo no se cuenta en los segundos que aparece en el cielo en forma de relámpago. El tiempo de un poema tampoco se traduce a los minutos que nos toma leerlo. Sería injusto asumirlo así. Sin hablar del momento previo donde el campo electromagnético prepara la descarga, como si no existiera un daño posterior con la llegada de la electricidad estática a la tierra. Lo mismo con el poema. Sería entregarse a un pensamiento neoliberal entender la experiencia lectora solo como ese encuentro entre una y la hoja de papel. La poesía de Tilsa me hace pensar en todos estos momentos previos a la escritura del poema, en la relevancia de mirar más allá de nuestro propio planeta y de asumir que también compartimos los rayos con Júpiter y Saturno. Un poema, como un rayo, al tocar la tierra, que podrían ser nuestros cuerpos, deja una herida. Yo anhelo ese daño, deseo que la experiencia de leer, de enfrentarme a la vida, me deje marcada.

 

Me gusta pensar que cuando las parejas enamoradas dicen que se amarán por siempre

Realmente su amor dura para siempre

Aun cuando se hayan separado

Se odien en algún momento

Se olviden eventualmente

Se extrañen un día

Quieran regresar y no puedan

Encontrar su amor porque está

Criogenizado en un compartimento especial que todos tenemos en nuestros corazones

donde se conserva para siempre en perfectas condiciones, pero fuera de nuestro alcance

Lo cual es mejor si pensamos 

En todo lo que hemos destruido

Como especie


 

En el otro lado del lenguaje tilsaottiano está el reggaetón. Acá se cree en el perreo y la Santísima Trinidad se compone de Daddy Yankee, Don Omar y Arcángel. Aunque me encanta la presencia del género urbano en los poemas, tiendo a desconfiar. ¿Es Tilsa y su poesía –real hasta la muerte–? Salí de la duda haciéndole una prueba sin querer. Cuando nos conocimos me preguntó por una frase de una canción que me parezca muy linda y poética, yo le dije: «Tengo tatuada mi frase favorita: Y del amor nadie se salva». Me respondió naturalmente: «¿Por qué engañarnos así?», y empezó a cantar Quizás de Tony Dize. Ahí lo supe: ella es real. El perreo en sus poemas aparece no como una pose, sino como una necesidad, la necesidad de que la poesía le hable a nuestras vidas como lo que son: momentos oscuros y eufóricos, rodeados de otros cuerpos sudados que se mueven y se sienten vivos y se saben cuerpos en la medida de que hay algo afuera que nos recuerda eso. 

El reggaetón es solo uno de los varios temas que marcan la obra de Tilsa Otta con una fuerte mirada generacional. También aparecen el TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad), los bits, el freelanceo, las selfies, el wifi. En sus poemas vemos cómo amamos con el internet de por medio, cómo parte de la construcción de la relación con el otre también pasa por buscarle en alguna red social; nuestras interacciones se han moldeado a las reglas del lenguaje virtual. 

«Para las mujeres, la poesía no es un lujo, es una necesidad vital» escribió la activista y autora afroamericana Audre Lorde, en Sister Outsider. «Sólo la poesía, que desde la vanguardia lucha por el cambio, insinúa las posibilidades que pueden hacerse realidad. Nuestros poemas formulan las implicaciones nacidas de nuestro ser, lo que sentimos profundamente y nos atrevemos a plasmar en la realidad, nuestros miedos, nuestras esperanzas, nuestros más íntimos terrores… La poesía acuña el lenguaje con el que expresar a impulsar esta exigencia revolucionaria, la puesta en práctica de la libertad». En La vida ya superó a la escritura vemos esta exigencia de cambio. Las equis como neutro nos incomodan, estas letras anárquicas se rehúsan a lo más básico del lenguaje: poder ser nombradas. ¿Por qué están acá? ¿Cómo las leo? ¿Qué relevancia adquiere el género en «Velocistas jamaiquinxs os as es del amor»?

También aparece la preocupación por la crisis climática y todo lo que hemos destruido como especie humana. ¿Cuántos glaciares se van a derretir con todos los gigabytes que tenemos en carpetas de Google drive llenas de libros pirateados que nunca leeremos? ¿Qué tan extensos serán los desiertos plagados de computadores que sostengan nuestras memorias digitales? ¿La poesía podrá arreglar este desastre?


«Ser poeta es cuidar a la nada como si fuera mi bebé», escribe la poeta argentina Cecilia Pavón en Nomadismo por mi país. Esa simpleza de la nada como un bebe también está en el cuidado y ternura de los poemas de Tilsa Otta, una poesía que no requiere la racionalidad dura para tocarnos, que nos interpela haciéndonos reír a ratos y sufrir en otros. Una poesía a la que accedemos con partes de nuestro cuerpo que parecen olvidados, que busca que seamos capaces de jugar y de perder el pudor, que no por lúdica deja de ser seria, pero que sí es muy aireada.

 

La poesía como un personaje que tiene fomo y le da caña. 

La poesía como una calma frente al incendio de la vida. 

La poesía como un sentido para experimentar la naturaleza. 

La poesía como una rutina de stand up.

 

Si lo que la poeta lee son «estrellas agonizantes», como dicta uno de sus versos, entonces los poemas que Tilsa Otta nos deja en La vida ya superó a la escritura son el perfecto encuentro del azar donde fragmentos de nubes moleculares frías de gas y polvo que flotan en el espacio atrayendo a más partículas hasta generar una fusión nuclear de hidrógeno, que producen una estrella promedio o una gigante roja o una nebulosa planetaria o una supernova o una enana blanca o una estrella de neutrones o, por qué no, un agujero negro que se mueve por el universo al ritmo del dembow latino.


 

June García Ardiles (Santiago, 1996). Es periodista y escritora. Autora de Tan linda y tan solita, y la saga infantil El mundo de Lulú. Realiza clubes de lectura y talleres de escritura.

 
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